Renace mi alma, respira mi ombligo, sonríen mis ojos, cuando aparece
frente a mi mojada mirada ese sentimiento noble, puro, olvidado en mi cuarto
una tarde de primavera.
Estas horas de encierro y catarsis con mis manos, picotearon como aves
en su propio nido, dejando diminutos espacios de esperanza, pequeños rincones
oxigenados, dando lugar al estallido emocional, al escape fugaz del llanto
amanerado y el dolor confuso.
Al
finalizar el día, cuando el sol caía lentamente sobre el horizonte cálido,
logré comprender vagamente el significado de esta locura, pude deletrear el
nombre del demonio que habitaba en mi cama.
Esta noche percibí a los golpes cuán necesaria era tu presencia y cuán
cerca estaba de ser derrotada por el tiempo.
Hoy
noté que mis cincos sentidos exclaman por tu figura, hoy te extraño casi por
sorpresa. Mis oídos sordos no te oyen, mi fina nariz no alcanza a percibir tu
aroma a miel, mi piel ya no se eriza al sentir el tacto suave de tus manos, ni
disfruto el sabor dulce de tu lejana compañía; siquiera mis ojos son capaces de
inventar tu sombra en medio del árido desierto, engañándome quizás con un sueño
vespertino.
Se
me hace imposible negar que extrañe tus caricias más que la hierba seca al
otoño caluroso, que extrañe tímidamente el delicioso manjar que representan tus
besos inmortales, la monotonía de nuestras noches apasionadas y eternas. Que
extrañe los momentos más comunes, los abrazos más sumisos, las miradas más
tiernas, las caricias más reales.
Y entre tantos recuerdos, caigo de la burbuja transparente, donde como
amantes nos acurrucamos entre el sonido de las estrellas…aterrizo sobre mi
almohada amarillenta, abro insólitamente las cortinas del ventanal, y una tiesa
brisa de aire fresco empapa mis mejillas acaloradas.
Observo convencida que la noche es perfecta para suspiros bajo la
luna…soplando el viento hacia el horizonte misterioso…mi alma pasea intranquila
entre arbustos pequeños y secos de tanto esperarte. De esperar vanamente que la
luz se encienda, que el telón se cierre, que sea todo una obra maestra del gran
señor, que en verdad mi soledad tenga tu esencia, que vuelva a sonreír
contemplando tu perfecta presencia.
Hoy
sueño desesperadamente con tu aroma respirando flores azucaradas, tus manos
extendidas regalando caricias de madrugada, tu mirada perdida vagando entre
estrellas y soles…
Y
yo aquí, en la mitad fría de mi cama, entre lápices, hojas y silencios, bajo la
luz artificial que ilumina las palabras cansadas, soñando tristemente con tus
besos ardientes y tu firme cuerpo arquitectónico.
Aquí
me encuentro, caminando entre escombros, palpitando deseos imposibles,
divagando entre caminos extraños y misteriosos, esperando a aquella alma, aquel
ser precioso que toque la puerta y le devuelva a mi corazón la esperanza de
sentir algo tan fantástico como es el amor.
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